A veces parece que celebramos la Navidad como una festividad blanda, comercial y mercantilista, eliminando cualquier recordatorio de cómo el relato que comenzó en Belén acabó, nada menos, que en el Calvario. Sólo un Rey que nos ama tanto se atrevería a abandonar el gran trono para envolverse en pañales. Él se hizo harapiento para que nosotros pudiéramos empatizar con Él y amarlo. En Jesús, Dios encontró una forma de relacionarse con los humanos, que no conlleva miedo. Eso es lo que siempre debemos recordar: la caída de los pequeños peces que se creían reyes, como Herodes, y el nacimiento del único y verdadero Rey del Universo. ¡Esa es la esencia de la Navidad!
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47:56
¡Gracias a Dios, somos mundanos!
Lamentablemente, muchos cristianos cortamos intencionalmente toda conexión con la gente con la que deberíamos ser luz, y con esto perdemos el propósito de la iglesia. El Señor nunca nos ha pedido que vivamos apartados del mundo. Nos guste o no, la Iglesia de Cristo está formada por todos aquellos que tienen al Hijo de Dios en su interior. Dios no es católico, metodista, bautista, luterano, presbiteriano, reformado, anglicano, adventista, evangélico ni pentecostal. Dios tiene amor por todos sus hijos, ¡y eso tenemos que celebrarlo!
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1:16:12
Fantasmas en la oscuridad
Todos hemos pasado situaciones en las que es muy difícil ver a Dios por encima de nuestro dolor y a través de los fragmentos de nuestras heridas. Es entonces cuando las dudas afloran y nuestras oraciones comienzan a salpicarse de preguntas al Señor, hechas con rabia y desilusión. Pero debemos tener siempre presente que una temporada de sufrimiento y miedo es un precio pequeño a pagar por obtener una visión clara de Dios. Resistamos y esperemos en fe, pues tarde o temprano ¡el Maestro vendrá!
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1:16:38
Jesús ya no usa barba ni sandalias
Si para alguien la “presencia de Dios” es sentir algo, el día que no “sienta algo”, creerá que Dios lo ha abandonado. Pero Dios dice que nunca nos abandona; el agua viva corre siempre en nuestro interior. Jesús no vive en lugares físicos, sino en los corazones de las personas. No es una religión, es una relación. Cristo vino para traernos vida las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. La vida en el espíritu es más sencilla de lo que solemos imaginar: ¡sólo necesitamos tener a Jesús en nuestro corazón!
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1:17:35
Querido Dios... agrandé al bebé
Podemos tener la mejor teología del mundo, pero si no la vivimos, si no sabemos amar, la doctrina no sirve para nada. Recordemos que el Rey es una persona; no es un libro que colocamos sobre la mesa, sino alguien que vive en nuestro interior. Cuando estamos vivos espiritualmente, crecemos en amor, en gozo, en paz, en paciencia, en benignidad y en todas las virtudes. Dejamos de ser bebés espirituales y nos volvemos mejores cónyuges, empleados responsables, padres más pacientes y personas más generosas. Ese es el fruto natural del crecimiento espiritual, ¡y no hace falta ningún esfuerzo de nuestra parte para producirlo!